Primero se lo dedico a mi hermana, Ines, que es su cumple^^ Y segundo se lo dedico a mi amigo, cierto rubio que a veces recuerda a Draco solo que bastante más tierno y bueno^^. Recuperate, estamos apoyándote. Y sé que eres fuerte y que te mereces seguir adelante. Confío en ti.
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Disclaimer: Personajes de JK Rowling.
Beta: ILSly.
El placer del dolor…
Capitulo 2: Bienvenida al infierno, Granger.
Aún no se acostumbraba a la sensación de la tela suave y sedosa cubriendo su cuerpo, ni tampoco a sentir la superficie mullida del colchón que soportaba su peso. Pero no se quejaba, de hecho, ni siquiera hablaba, pese a ser tratada de forma medianamente humana, Hermione seguía sintiendo temor de estar allí.
En el tiempo que llevaba prisionera había aprendido que era mejor callar y dejarse hacer. Los Malfoy la odiaban y buscarían cualquier excusa para lastimarla. Si bien la única vez que sintió el peso de una maldición imperdonable fue cuando la capturaron, sabía que un falso movimiento podría dejarla a merced de nuevas torturas.
Cada mañana, tarde y noche continuas batallas se libraban en su mente, unas en la que poco a poco iba fracasando. A todas horas se repetía inconscientemente que Harry y Ron podrían ayudarla, que la buscarían y la sacarían de ese horrible lugar. Ellos no la dejarían sola en ese horror, Hermione se obligaba a recordarse que sus amigos la rescatarían.
Sus captores le permitían andar a sus anchas por el lugar, mas específicamente en ese piso de la enorme mansión. Podía bajar a la cocina si era escoltada por algún mortífago sediento de venganza, la mayor parte de las veces su escolta era Blaise Zabini.
Hermione, sin embargo, prefería ser escoltada por el mismo Voldemort antes que tener que pasar tiempo cerca de ese moreno de ojos verdes que, sin disimulo alguno le recorría el cuerpo con la mirada, ella escogía ser torturada por Draco Malfoy mil veces, antes que percibir la respiración agitada y las manos inquietas del moreno Slytherin sobre su cuerpo.
La casa era grande, con enormes ventanales y una cocina que de tamaño no le envidiaba nada a la torre de Gryffindor entera. Los muebles eran todos de ébano, caoba y roble haciendo que por cada lugar que pasara la opulencia fuera aberrantemente gritada. Ella solía comer en platos de baja calidad, pero podía observar hermosas piezas de cristalería y cubiertos de refinada plata. Sin contar la infinidad de elfos domésticos que populaban de un lado a otro. Llevando toallas, cocinando exquisitos platos que eran el sueño de mucha gente en todo el mundo, e incluso para los otros prisioneros que de seguro estaban en los calabozos.
Podría decirse que estaba prisionera en una jaula de oro.
El tiempo allí ya la estaba enloqueciendo; Hermione no sabe ya cuantas lágrimas ha derramado, ni cuantas noches ha deseado su muerte, así como la de Lucius Malfoy.
¡Maldito ególatra desquiciado! El recuerdo de la primera noche en la que los ojos color mercurio miraron su cuerpo con morboso placer no deja nunca de estar presente en su cabeza, haciendo que se sienta sucia, impura, ultrajada…
Lucius Malfoy se dirigía, con paso solemne y seguro, hacia la habitación designada y elegida por Draco, para la sangre sucia amiguita de Potter.
No había necesitado más que mirar a su hijo para saber cuáles eran los planes que tenía con ella. Quería venganza, al igual que él, y no dejaría pasar la oportunidad. Esa niñata se merecía sufrir, pagar por todo lo que había causado; pagar por su tiempo en Azkaban, por humillar a un Malfoy como ella lo había hecho. No necesitaba más motivos, con esos le alcanzaban lo suficiente como para lastimarla.
Las indicaciones de su primogénito fueron claras, no quería herirla físicamente; y él no lo haría. La sometería a la tortura psicológica, eso sería suficiente. Ni siquiera la tocaría, solo de pensarlo le daba asco; no, esa impura no merecía tocarlo, nunca tendría ese privilegio.
Lucius entra en el cuarto sin llamar, no tiene por qué hacerlo, esa es su casa y no debe pedir permiso. Así como tampoco debe tratarla como persona, ella es una prisionera y será tratada como tal, incluso peor. Una sonrisa autosuficiente adorna su rostro al mirarla, con el cabello alborotado, las ropas hechas harapos mostrando parte de su cuerpo, la cara magullada. Está temblando, mirándolo con el temor pintado en sus pupilas sin poder contener los espasmos que la recorren.
-Veo que has despertado.- dice arrastrando las palabras, acercándose un paso a ella, sonriendo cuando la ve retroceder.
Hermione siente que la poca confianza reunida desaparece de sopetón, ya no se siente tan valiente como otras veces, esta desprotegida en la casa de un mortífago sin saber de sus amigos, sin saber que sucedió y que sucederá. Nota la mirada de ese hombre posada en sí misma y por primera vez en su vida no puede evitar sentirse como un insecto, pequeño e indefenso, tratando de escapar de una ave de rapiña.
Le escucha pronunciar unas palabras sobre que ha despertado, y lo ve acercarse un paso. Como si fuera un acto reflejo, retrocede. Pero antes debe saber como se encuentran sus amigos, debe usar su valentía y dejar de lado sus temores, hacerle frente y erguirse orgullosa pese a su situación.
-Mis amigos me sacaran de aquí.- pronuncia con mayor seguridad de la que siente, aunque agradece que no le haya fallado la voz. Los ojos de Malfoy brillan peligrosamente.
-¡Tus amigos no te encontrarán!- exclama con furia. Luego sonríe maliciosamente, ha encontrado el contraataque perfecto.- Aunque me moleste decirlo, impura, tus amigos ya han escapado de aquí… Y como veras, no te han rescatado. Quizás no te necesiten, quizá no quieran tener tan indeseada compañía.- con cada palabra los ojos marrones de la Gryffindor se iban cristalizando, producto de las lágrimas acumuladas.- ¡Oh! Pero no te sientas mal, no es eso lo que quiero.
Lucius Malfoy no evita su sonrisa orgullosa al notar como con cada palabra la seguridad de su prisionera parece perder fuerza.
Pero pronto se aburre, él no busca hacerla sentirse miserable, al menos no desde tan temprano, él desea una batalla verbal, poder ver como poco a poco, Hermione Granger, pierde la cordura.
-Volverán, lo harán.- pronuncia ella, con voz temblorosa y varias lágrimas cayendo por sus mejillas. La declaración del mortífago la había impactado y dolido, pero procuró recordarse cual era su objetivo… ganar tiempo y salvar a Harry Potter, sin importar el precio a pagar.
-No he venido aquí para eso, asquerosa sangre sucia.- pronuncia él. La recorre con la mirada, y; al igual que su hijo, no pudo evitar reconocer interiormente que se había convertido en una mujer. Observa su aspecto y decide que ya que ocupa una habitación decente, debe estar verse apropiadamente y presentable.- La puerta que está a la derecha es un baño, has un favor y límpiate, si vas a estar bajo este techo, tendrás que vestir de una forma presentable, mandaré a los elfos domésticos con algo de ropa. Y que no se te ocurra pasar por alto mis órdenes.- Luego de eso, sale del lugar dando media vuelta sin mirar atrás.
Aunque Malfoy no la haya tocado nunca en el tiempo que lleva allí dentro, la hace sentir inferior y eso la molesta. No puede soportar la sensación de que estén despreciándole continuamente, ni menos el que logre hacerla pensar de esa manera. Porque sí, ella no puede evitar pensar en que tienen razón, en que ella es inferior.
No puede, tampoco, dejar de estremecerse cada vez que sus ojos color mercurio parecen perforarla, lo ha intentado, pero simplemente es como si su fuerza y valentía desaparecieran sin dejar rastro. Y eso solo logra molestarla más.
Aunque puede que la repentina desaparición de su principal captor, Draco Malfoy, la afecte más de lo que debe. Incluso más que la tortura psicológica a la que está sometida por Lucius.
Porque desde que está encerrada, solo vio a Malfoy aquella vez en la que Bellatrix la torturaba. La única vez que se topo con el hurón fue cuando él mismo mandó a que la llevaran a ese lugar, luego de eso no supo más. Y teme que eso empeore su situación, es mejor tener al enemigo cerca. Ella no quiere perder a Draco de vista porque eso significa no saber qué puede ocurrirle en la mañana.
Pronto se lleva una gran sorpresa, ha salido hasta la cocina, acompañada de Zabini, como es costumbre. Camina sumida en sus pensamientos, en sus recuerdos; así no nota hacia donde es conducida, ella simplemente se deja guiar, tampoco siente cuando el moreno detiene su andar frente a una gran puerta doble. Solo percibe esos detalles cuando una voz, por demás conocida para ella, pronuncia:
-Bienvenida al infierno, Granger.
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Besos, Ceci.
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